¿Trabajar menos o trabajar mejor?

25 / 05 / 19
Alicia_Vesperinas_-_Opinion.JPG Alicia_Vesperinas_-_Opinion.JPG

Por Alicia Vesperinas

Presidente CChC Osorno

Publicada el 25 de mayo en el Diario Austral Osorno
 

Etimológicamente hablando, la palabra trabajo deriva del latín “tripalium” que era una herramienta parecida a un cepo con tres puntas o pies que se usaba inicialmente para sujetar caballos o bueyes y así poder herrarlos. También, se empleó como instrumento de tortura para castigar esclavos o reos. De ahí que tripaliare significa ‘torturar’, ‘atormentar’, ‘causar dolor’.

Es tal vez por este doloroso origen, que aún en tiempos actuales, el trabajo se asocie en el inconsciente colectivo con una pesada carga, de la cual mientras antes nos libremos, más dichosos seremos. En línea con los deseos así manifestados, están en discusión iniciativas legales que buscan reducir la jornada de trabajo, que cuentan como es de esperar con gran apoyo popular.

Si queremos mantener o mejorar el acceso a bienes y servicios trabajando menos, estamos obligados a hablar de productividad.

La productividad es la relación que existe entre la cantidad de producto realizado y los recursos utilizados para obtener dicha producción. Durante los últimos quince años, nuestro país muestra una preocupante desaceleración en este índice. Las causas, según la OCDE, se encuentran principalmente en la alta concentración y poca competencia de nuestros mercados. La falta de actores y excesivas regulaciones no estimulan el emprendimiento y la consiguiente migración de recursos hacia empresas más eficientes.

Entonces, cuando hablamos de mejorar la productividad bajo este modelo, la entendemos como pagar el mínimo posible mientras ganamos el máximo. Este tipo de estrategia agota los recursos, principalmente a las personas, estresa a las organizaciones y las enferma, arriesgando incluso su existencia y competitividad global.

Existe otro tipo de productividad, la versión moderna. Desconcentrada. Menos burocrática. Que permite la entrada de más actores. Con organizaciones menos jerarquizadas. En donde no existen tantos jefes ni supervisores, puesto que cada cual conoce bien su labor y la realiza sin “sacar la vuelta”. Las últimas cifras entregadas por la Comisión Nacional de Productividad, indican que los chilenos producimos un 46% de lo que registra un trabajador estadounidense. Por lo tanto, si llegáramos a ese estándar solo necesitaríamos 21 horas laborales a la semana para realizar nuestro trabajo.

Por atractivo que parezca, no basta con legislar para que sea una realidad. Debemos enfrentar el trabajo de otra forma y cambiar nuestra arraigada costumbre de procrastinar. Debemos también planificar y comprometernos, lo que no parece nada fácil en el país de “…en el camino se arregla la carga”. ¿Trabajar menos? Sí, pero antes, trabajando mejor.