Starocelsky, arquitecto

31 / 12 / 22 Por: Ronald Scheel Bass, socio CChC Osorno
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Por Ronald Scheel, arquitecto & socio CChC Osorno

Publicado el 31 de diciembre 2022 en el Diario Austral Osorno

Una primera línea trazándose sobre el papel puede ser el borde de un muro.

Esa línea puede ser también un recorrido, libre, un trazo invisible que relate una vida en la que se han sucedido experiencias.

Jaime. Llegaste desde Santiago a la ciudad en los años sesenta a hacerte cargo de la Dirección Provincial de Arquitectura del Ministerio de Obras Públicas, cuando ese servicio las hacía todas. Una época en que los arquitectos en Osorno eran muy pocos, llegaban a la ciudad a cuentagotas y se sumaban al Colegio de Arquitectos, una ocasión imperdible.

En los setenta, debiste dejar el servicio y el director nacional, después, premio nacional de arquitectura, te dio la confianza y se la devolviste con grandes ideas.

En los ochenta, eras el arquitecto dedicado exclusivamente a la profesión, al diseño, desarrollo de proyectos y sus consecuentes obras. Ya, con Nona, tenías una familia, hijos.

Armaste una consultora y junto a tus socios la transformaste en una de prestigio: Sophos. Proyectos públicos y privados. Tu facilidad para las obras la reconocían tus colegas como un “arquitecto dedicado al arte”. Muchas casas, edificios de departamentos, entre los primeros que proliferaron en esa época, en la ciudad. La Galería San Mateo concretó la ocupación interior de una manzana tradicional en torno a la catedral, en la que la cubierta de cobre también supo de ti. Obras en Valdivia como el Hotel Villa del Río, entre muchas otras.

Tu casa en calle Zenteno, donde destacaban detalles, tanto interiores como exteriores, que la hacían una obra única. Allí también algún brindis, junto a tu Nona querida, extendió la camaradería entre los colegas.

Fundador de la CChC Osorno, miembro de honor del Colegio de Arquitectos, última vez presidente del gremio en 2005 cuando se organizó el único Congreso del CA que ha tenido nuestra ciudad.

Dejas entre nosotros tu sonrisa siempre espontánea, tu sana y buena disposición a los desafíos, inspirada en la ética del colegio gremial, procurando la verdad, la belleza y el servicio.

Fuiste cordial con quien te demandó tu colaboración en donde destacó tu espíritu de justicia con la actividad.

Trazaste una línea infinita que hoy recorre y se repite en tus obras, primero en horizontales tendidas y alargadas con tapacanes y aleros cortando muros de piedra, después en verticales fuertes y estructurantes alzándose con una sutil inclinación.

Pero también está el trazo invisible. El otro, el de tu vida, que va con nosotros, en nuestro quehacer como una referencia, como una inspiración, que deja una imagen para contemplar y apreciar, como si de una obra de arquitectura se tratara.