Otras encrucijadas

28 / 02 / 20
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En momentos en que los chilenos estamos pensando en el pasado, el presente y el futuro de nuestro país –motivados por las tensiones evidenciadas a partir del 18 de octubre–, es clave que esta reflexión incluya algunos aspectos fundamentales si asumimos que la satisfacción de las demandas sociales solo será posible si logramos un crecimiento económico sostenido y sostenible.

En primer lugar, somos excesivamente dependientes del comportamiento de las economías de Estados Unidos y China. Es cierto: hace rato que dejamos de ser monoexportadores y tenemos múltiples tratados de libre comercio. Pero es innegable que, si las economías de estos dos países se debilitan, la palabra crisis comienza a sonar con fuerza por estos lados y no tarda en convertirse en una dura realidad. La epidemia de coronavirus –que ya nos habría restado varias décimas de crecimiento– es solo el recordatorio más reciente de este riesgo.

Y para qué decir si ambas naciones entran en una guerra comercial, como la que hemos visto en los últimos años y que todavía no se resuelve por completo. El resultado puede ser desastroso.

En segundo lugar, existe consenso entre los expertos en cuanto a que somos un país 'altamente vulnerable' al cambio climático. De hecho, y más allá de los dramas humanos que conlleva, un estudio de la consultora McKinsey arrojó un dato revelador: el 80% de nuestras exportaciones estaría en riesgo por este fenómeno. La falta de agua, precipitaciones más intensas e impredecibles y el aumento de las marejadas y de la temperatura de los océanos, entre otros, son factores que golpearán muy duro a industrias que sostienen nuestra capacidad exportadora.

Entonces, o nos ponemos a trabajar ahora o el futuro –que para estos efectos está a la vuelta de la esquina– nada bueno nos deparará. Un primer reto es afrontar con urgencia y decisión la problemática de la adaptación al cambio climático.

Otro, diversificar y agregar valor a nuestra matriz productiva. Y todo ello considerando que estamos inmersos en una revolución tecnológica/industrial que bien puede ser un nuevo riesgo o una gran oportunidad.

Ante estas encrucijadas, es imprescindible asegurar que en el país exista una trama institucional que impulse la innovación y el emprendimiento.

Las respuestas a estos desafíos no vendrán de una oficina ni de un grupo de expertos. Surgirán del espíritu creativo de cientos de miles de personas que –haciendo uso de su libertad individual y confiados en que podrán obtener los beneficios derivados de su creatividad y esfuerzo– aportan al bien común.

Será la iniciativa privada, trabajando en conjunto con un Estado moderno y enfocado en satisfacer de manera cada vez más oportuna y eficiente las necesidades sociales, lo que nos permitirá abordar el futuro con la confianza y la convicción de que será bueno para todos.

Patricio Donoso Presidente de la Cámara Chilena de Construcción