La violencia

29 / 08 / 20
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Si bien en Osorno, no hemos sido víctimas directas del tipo la violencia cuya acción se centra en la Araucanía; es un tema inevitable al que no hay modo de quitarle el cuerpo y es necesario asumir.

Porque la violencia nos mira desde el mismo centro del hogar con el femicidio, los vandalismos y saqueos, pasando por el incendio que afectó a nuestro vecino Juan Chemsi en pleno centro de nuestra ciudad.

Vecinos de Temuco, afectados por hechos violentos, comentaban que a su juicio esa zona fue el escenario del ensayo general violentista que culmino en el gran estallido que el país sufrió el 18 de octubre recién pasado. Fue allí, en la Araucanía, donde poco a poco la protesta violenta fue probando los límites del estado en su capacidad de respuesta. La tolerancia de la sociedad civil, por otro lado, se fue acostumbrando a esta modalidad de protesta hasta que la quema y destrucción de un camión, un salón de culto, una escuela o una posta más, dejaron de ser noticia. Así la violencia se terminó validando como el único modo de protesta en el país pasando a formar parte de la vida diaria.

La propuesta es superar la complicidad pasiva en que nos hemos sumido y pasar a la acción, pero ¿cómo responder desde la vereda de la civilidad en una sociedad que construye la glorificación de la violencia desde la infancia y ya nos parece normal ver a un niño con los ojos pegados a una pantalla que mata y mata enemigos virtuales en el videojuego de moda?

A todas luces, este problema requiere de una estrategia a corto, mediano y largo plazo. A corto plazo y con el aniversario del 18 de octubre a pocos días de llegar, es imperativo que el estado, como garante de la paz, actúe desde la inteligencia y no de la intuición, desde la prevención y no de la contingencia. Y la sociedad civil, desde el dialogo participativo reconociendo al otro, poniéndose en su lugar.

En el mediano plazo es necesario practicar la integración y participar de la construcción de objetivos comunes concretos en pro de mejorar calidad de vida, de nuestra comunidad, nuestra ciudad, nuestros barrios y nuestros vecinos.

Y en el largo plazo, debemos educar. Necesitamos de una formación que con un profundo y estructurante sentido cívico que acompañe a nuestros futuros ciudadanos desde sus primeros pasos hasta su entrada en la plena vida cívica y el mundo laboral.