La escuela rural de Quitra Quitra

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Más 60 millones de pesos invirtió hace cinco años el municipio de San Pablo para construir la pequeña escuela y casa del profesor de la comunidad indígena de Quitra Quitra. Está perfectamente equipada para impartir una educación integral de primero a sexto básico. Esto no sería tema si no fuera porque allí se educan cuatro alumnos. Adolfo Alvial, profesor encargado, y Soledad Neira, educadora de lengua indígena, apoyados en la cocina por la tía Sonia, hacen del día escolar una experiencia única.
Hace siete años que la CChC de Osorno apadrina a esta escuela y cada fin de año, algunos socios van a celebrar la Navidad de los niños y sus familias. El joven profesor encargado no sólo hace las clases de diferentes cursos, sino que cuando puede sale a buscar en su pequeño auto a cada niño a varios kilómetros de distancia, para ahorrarles la caminata. Se asegura a costo de su bolsillo un cien por ciento de asistencia escolar y con ello la permanencia de su establecimiento en el sistema municipal. Pero no todo es estudio, también organiza cada año exitosas giras para que los niños conozcan diversos sitios del país.
La escuela es un lugar emocionante porque los sentimientos de los niños no se expresan sólo en palabras, lo hacen en comidas exquisitas, canciones, juegos, risas, aplausos. José toca el bombo, César la flauta, Tabita el xilófono, Pía el piano y el profe la guitarra. Es una orquesta de cuatro músicos y un director. Los niños de Quitra Quitra también lloran cuando tienen que ir a controlar su salud en la posta, no temen al doctor ni a las vacunas, sino a la caminata de tres horas de ida y tres horas de vuelta que deben realizar. También saben de dolor y enfermedades, en especial César Cumian, de apenas 8 años, quien lleva cuatro temporadas luchando contra una leucemia. Evelyn, hermana de César, estudió hasta sexto básico en esta escuela, ahora está en segundo medio y sueña con terminar cuarto medio e ingresar a la Universidad Austral para estudiar Medicina Veterinaria.
Ya no pude con mis emociones, cerré los ojos y aparecí con 5 años de edad montado al anca de un caballo pardo, guiado por mi padre camino a la escuela particular de El Radal, a dos kilómetros de mi casa, en la precordillera de Purranque. Allí cursaba mi primero básico junto a nueve alumnos de diferentes cursos en la misma sala de clases. Me fui 55 años atrás y quedé impregnado de sentimientos, me costó volver y cuando pude, lo hice para animar a Pía Currian, a José Pindal, a Tabita Hueichan y a César Cumian para que aprovechen la oportunidad de educarse bien, para que sueñen, porque esos sueños, gracias a los padres y profesores, con sacrificios incluidos se hacen realidad.

Raúl Ilharreguy Gutierrez

Arquitecto y socio CChC Osorno