El tiempo…nuestro bien más escaso

09 / 09 / 23 Por: Wilma Muñoz, presidente CChC Osorno
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Por Wilma Muñoz, presidente de la CChC Osorno

Publicado el 09 de septiembre en el Diario Austral Osorno


¡Pasamos Agosto…! Es la frase más celebrada por estos días… aunque el clima de agosto se resista a dejarnos. Y a renglón seguido nos descuentan una hora de sueño y quedamos con la sensación de que nos falta algo, pero no sabemos que es. Probablemente, solo sea la perdida de la costumbre arraigada en nuestra infancia al observar cómo cada día se alargaba un poco más, anunciándonos la paulatina llegada de la primavera con su promesa de volver a jugar al aire libre y en el mejor de los climas, bañarnos en el mar.

Cuando el tiempo no era instantáneo sino circular, tenía manecillas de reloj y los minutos transcurrían lentos a la espera del timbre del recreo y los días se volvían eternos frente al arribo de la Navidad y las fiestas del año Nuevo.

Hoy tengo la sensación de que cada semana solo tiene lunes y viernes y que después de Septiembre se nos viene Diciembre y por consecuencia el fantasma de marzo se asoma en el horizonte.

Todo esto trae de regreso a mi memoria la historia del pueblo al que una tarde llegó un forastero, quien, tras recorrer un pequeño cementerio, descubrió que la mayoría de las inscripciones en las lápidas eran muy similares: “Anita vivió 8 años y 5 meses.”, “José vivió 12 años y tres días.”, … “Juan vivió 9 años y 2 semanas…”

Curioso, se acercó a un hombre que limpiaba una de aquellas lápidas y le preguntó si alguna peste había asolado al pueblo ya que ninguno de los que allí descansaban había superado al perecer, la docena de años. Como respuesta el hombre extrajo entre las flores de aquella sepultura, un cuaderno escrito a mano en el que el forastero pudo leer: … “hoy obtuve mi primer premio en el colegio… papá me felicitó…”, “mis amigos me celebraron…” y unas páginas más adelante: … “hoy mi hijita dijo su primera palabra”, …” hoy aprendió a caminar…”, … “ya se alimenta sola” …

“En cada sepulcro”, le explicó el parroquiano, “encontrará Ud. un cuaderno como este, que cada una de estas personas recibió de regalo al nacer y en el que plasmaron durante su vida solo los momentos felices, aquellos que merecen la pena ser atesorados y que, al momento de fallecer, sus deudos contabilizaron en segundos, minutos y horas, que al sumarse se transformaron en los días, meses y años que Ud. ve impresos en sus lápidas…”

Aliviado y sorprendido el forastero agradeció al hombre su respuesta y continuó su camino.

La verdad es que solo estamos hechos de tiempo, somos seres finitos y frente a ese descubrimiento, la buena noticia es que cada día recibiremos un nuevo depósito de 86.400 segundos de libre disposición y como lo administremos dependerá menos de la inteligencia artificial que de la nuestra.

Si coincidimos en que este es el regalo más valioso que obtenemos al nacer y que a diferencia del dinero no se puede acumular para nuestra vejez, no tenemos más opción que aprovecharlo. Y si lo hacemos en la compañía de nuestros afectos, habilidades y pasión seguramente trascenderá nuestra propia memoria. La decisión es suya.